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Adiós Colombia, and thanks for all the fish

24 Nov

2016 ha sido un año raro para el mundo, para Colombia y para mí. En una semana ya estaré desempacada en el Reino Unido y me habré despedido de todo lo que ha sido mi vida en este país. Llevo casi un año despidiéndome, la verdad. Desde que se tomó la decisión de que el siguiente paso era pedirle la visa al Gobierno del Reino Unido.

Mi vida viene cambiando y dando tumbos desde 2015. Desde la estancia en el hospital psiquátrico, desde el divorcio, desde la muerte de Aníbal, desde la visita de Gareth. Todo ha sido muy raro y he pasado por todas las emociones posibles. He llorado mucho y he reído un montón. Este año cambié de trabajo y me fui para Bogotá con poco más que la cama y la ropa y ahora me voy para el Reino Unido con poco más que la ropa (muy muy poco más: un dalek de juguete, un Bender, el Kindle y el MacBook). Y a empezar otra vez, será. Lo bueno es que no le tengo miedo a los nuevos comienzos. Sé que pueden ser fracasos o éxitos y no me importa. Sé que voy sin nada y no le temo. Voy con expectativas y esperanza. Voy dispuesta a trabajar, como siempre.

Me voy, pero no lo hago pensando que Colombia es un país de mierda y que me tengo que largar para prosperar. Yo no tengo más que agradecimientos, no para el país en el que nací (porque un país no hace nada por nadie y no me voy a poner con nacionalismos chimbos a estas alturas de la vida), sino para la gente con la que me he encontrado en la vida y me ha ayudado a ser quien soy. Empezando por mis padres, por supuesto, y por mi hermana, que ha sido apoyo y drama en muchas circunstancias. También mis grandes amigos de tantas ciudades de Colombia: Cali, Palmira, Bogotá, Tumaco, Manizales, Pereira, Medellín…

No sé qué cosas me esperan al otro lado del Atlántico. Por lo pronto sé que me espera un concierto de Radiohead en julio y eso es importante. También sé que en la primera semana que esté allá voy a ver Animales Fantásticos y Doctor Strange y que en diciembre voy a ver Rogue One. También sé que en algún momento (probablemente después de Navidad) iré a Londres unos días. Sé que voy a un invierno muy frío y que tengo miedo de que me dé frostbite y pierda las orejas y la nariz (y no tengo orejeras ni buenos guantes). Sé nimiedades, pero el panorama es incierto. Lo que llaman THE BIG PICTURE, me imagino. Es algo que en el fondo me encanta porque todo puede pasar. Puede que un día esté tomando té en el antejardín y llegue el Doctor en una TARDIS para llevarme a ver el tiempo y el espacio y entonces, como Rory y Amy, me voy a llevar a Gareth hasta que unos ángeles llorones nos manden al pasado. Puede que trabaje en publicidad otra vez o puede que me vuelva profesora. O puede que me vuelva traductora. No lo sé y ya veremos.

2016 termina bien y con una puerta inmensa abierta a que el 2017 sea un año de sorpresas (buenas, espero).

Me voy optimista, pero con el corazón arrugado de dejar a la familia, eso sí. Aunque sé que ellos van a estar bien y seguirán siendo felices. Y bueno, existen Skype y FaceTime. Las relaciones a larga distancia no son solo románticas.

Les dejo esta canción que mi mamá le cantaba a mi tío cuando se fue para Londres hace más de 30 años y ahora toca que me la canten a mí.

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Me voy al Reino Unido a esperar la TARDIS.